domingo, 30 de marzo de 2014

Cinco años.



“He salido a caminar por fin,
y nadie me acompaña.
He salido de dentro de ti,
y no echo nada en falta.”

(Fragmento de la canción Desaparecer en voz de Malú)


Hace cinco años decidí hacer borrón y cuenta nueva de mí vida sobre el Agua de una Lunna que me permitió vestir mis días para desnudar mis noches.

Hoy más que nunca, tras cinco años y cincuenta mil entradas, si hay algo que no dudo es que, llegar hasta aquí, solo ha sido posible gracias a vosotros, a todas las personas que con sus palabras me han regalado la fuerza para buscar y vivir lo positivo, aquello que eclipsa la rutina y hace, de lo prohibido, lo deseado.

Si hay algo que no dudo es que, llegar hasta hoy, solo ha sido posible gracias a todas las personas que con su presencia me han dado la fuerza para buscar y vivir aquello que impregna de sensualidad esa cara ya no tan oculta de la Lunna.

Como afirma Malú, en su canción, hace cinco años decidí “salir a respirar” y hasta hoy, sin saber hasta cuándo:

“A dejarlo todo escrito”.

Todo o casi todo.


Besos.

Lunna.


P.D. No penséis que me he olvidado del desenlace del anterior post, pero hoy era una fecha muy especial, por lo que dejo el final de Hechizo de Lunna para la próxima entrada.

domingo, 16 de marzo de 2014

Hechizo de Lunna ( Parte I )

Cierro los ojos y escucho como susurra tu avidez, dejo que tus dedos perfilen la comisura de mis labios, que arrastren el carmín sobre mis pómulos, que pinten mi cuello y el nacimiento que mis senos; cierro los ojos y dejo que tus labios lubriquen mi deseo.

Me excita tu tacto errático pero firme, desconocido, tan desconocido como tú.

Desciende el roce de tus labios buscando mi respiración. Aferro tu cabeza y te empujo hacia mis senos, entre mis senos. Recorro tu espalda, recorres mi cuello. Ambos al unísono.

Tu boca se abre en una dulce batalla con el perfume de mi piel. Mojo los dedos en mi saliva y mi mente, mi deseo, sabe que en ese momento es tu sexo quien ahonda en mi boca.

Tus manos hacen nacer mis formas. Haces presa en mí. Dominada, vencida.

-”La chica de la recepción nos verá”- susurro.

Apoyada en la pared es tu cuerpo quien me sostiene. Huelo tu voz.

-”¿Y eso te avergüenza o te excita?”- respondes.

Tu voz me posee. Creo que nada me importa en este momento, no me importa que la recepcionista pueda vernos y...si, en este instante, esa idea hace que mi excitación aumente.

-”Ella nos vio y discretamente se ocultó, ahora puede que se esté masturbando”-


Despacio, con arrogante destreza, desabrochas los botones de mi camisa de popelin, mi pecho se sabe libre para tomar más y más aire. Entreabro los ojos, tus manos emboscan mis senos. Creo saltar al vacío cuando tu lengua recorre mis areolas; mis piernas tiemblan cuando avivas mis pezones, cuando ya erectos bebes su dureza.

Tu voz me empapa de aromas que no puedo reconocer y, por muy descabellada que parezca la idea, mientras que tus labios regresan ávidos a mis pezones doy por cierto que la chica de la recepción ahora está frotando su sexo mientras que nos espía discretamente.

-”Continua”- suplico.

Mi boca está seca, mi sexo...mi sexo humedecido; siento como mi cabeza, mi cabeza...

Mi cabeza.

Me estallaba la cabeza tras diez horas de reunión con mis compañeros del departamento de producción del centro de Tres Cantos. Estábamos inmersos en la finalización de los trabajos relacionados con la certificación de calidad de las instalaciones y nuestros directivos “supremos” de Darmstadt aguardaban con impaciencia el punto y final de unos nuevos protocolos sujetos a los cambios habidos en la legislación medioambiental europea.

Diez duras horas de reunión estudiando datos, depurando estrategias, analizando los requisitos de determinadas normas ISO y... ¡todo horrible ¡pero necesario para el adecuado funcionamiento de nuestra planta en Mollet del Vallés.

Diez intensas horas de reunión con un breve descanso, a media mañana, de cuarenta minutos para reponer fuerzas en una cafetería cercana y...¡ horrible¡.

Finalizada, por fin, la dura jornada de trabajo me despedí de mis compañeros con un rápido y escueto “hasta mañana” que, para mis adentros, sentí como un “hasta nunca si pudiera ser”.

Salí del despacho sin mirar atrás dejando a mis compañeros enfrascados en una acalorada discusión sobre las finanzas de Barcelona y los trapos sucios y no tan sucios del caso Neymar. Ser la única mujer del grupo era una buena excusa para escurrir el bulto cuando afloraban ciertos temas de conversación.

-”Puede que Rosell mintiera pero ahí están las palabras de Miguel Cardenal y...”-
-”La caverna mediática...”-
-”Lo que ocurre es que pensabais ganarlo todo y os ha pasado como a la lechera del cuento con vuestras cuentas“-
-“´Mirar cómo ha terminado Hoeness...”-

Después de todo el día manejando datos contables, protocolos, estadísticas variadas, análisis de indicadores económicos y de nuevo más y más datos casi resultaba gracioso ver como todo termina reduciéndose a una charla relajante sobre “pan y circo”.

-” Adiós, adeu, mañana me contáis quien gano la discusión”- dije mientras cerraba la puerta sin mirar atrás.

Un coche de la empresa me acerco hasta mi hotel. Estaba cansada y solo deseaba una cena ligera y una ducha relajante.


Me gustaba Madrid, sus días ajetreados, sus noches canallas, sus contrastes tan marcados; Madrid tan cosmopolita como intima, tan de todos como solo mía. Madrid me regalaba la complicidad de sus calles alejadas de miradas con nombre, su consentimiento con los ojos vendados.

Aplique una fina capa de glosa en mis labios, me gusta sentir mis labios sedosos, jugosos.

El tráfico en la M-30 era extrañamente fluido lo que permitió que, en apenas quince minutos, el coche de la empresa me dejara en el hotel. Estaba tan absorta en mis pensamientos, tan cansada, que no me dí cuenta del trayecto.

-”Muchas gracias, que tenga una buena noche”-
-”Igualmente señorita”-

Deslicé un billete de diez euros en la mano del chófer que educadamente abrió mi puerta y me dirigí a la entrada del hotel.

-”Nos vera”- susurro de nuevo, mi voz se quiebra bajo tu tacto

Apoyada en la pared es tu cuerpo quien me sostiene. Bebo tu voz.

-”¿Te excita?”- tu voz me desnuda.
-”Continua”- mi voz, atrapada entre nuestros cuerpos, es un susurro imperativo.

Mi boca está seca, mi sexo humedecido; siento como mi cabeza, mi cabeza...un pensamiento inesperado cruza mi cabeza:

-” Mira por donde el chófer de la empresa resulto ser adivino”-


Besos.

Lunna.