jueves, 18 de diciembre de 2014

Felices Fiestas.


Ya están aquí de nuevo; llegaron de puntillas, casi sin darnos cuenta. Bajo la hoja de Noviembre nos aguardan esos últimos días que nos piden (es difícil, lo sé) olvidar problemas e inquietudes para dejar paso a la necesidad de dar y recibir cariño y esperanza.

Ha sido un largo camino, cada año más largo y tortuoso.

Quería, queríamos un año que, de verdad, fuera nuevo, un año donde vivir con las ventanas abiertas y la esperanza como felpudo de bienvenida a los pies de nuestros sueños pero las cosas no han sucedido como esperábamos. Aun así no deseo renunciar a la magia de unos instantes desde los que brindar con vosotros, desde los que buscar una luz que enhebre un deseo propio con un sueño vuestro, no deseo renunciar a que, entre todos, seamos el agua que arrastra la incertidumbre del eclipse y nos permita compartir la luz tenue de la lunna.

Besos.

Lunna.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Sedienta



Insomne ato una caricia con otra
dentro de mi noche
mientras te ansio derramado.
Sedienta de ti
hundo el aroma de tu tacto entre mis labios,
hasta que mi vientre, se disfraza con el cansancio de tu sexo.

Besos.

Lunna.

lunes, 10 de noviembre de 2014

La cercanía de dos silencios.



A veces la cercanía de dos silencios es un mundo desnudo, a veces tu desnudez es mi mundo y en él soy yo y mis sueños.

Besos.

Lunna.

viernes, 10 de octubre de 2014

Memorias de mi piel




Mi piel tiene memorias de tus manos
recorriendo el desnudo de mi entrega
tiene tu aroma
tu costado tu aliento
tu sabor
tu triunfo
mis derrotas.

(Fragmento de una poesía de la autora Ana María Mayol)

Besos.

Lunna.

viernes, 4 de julio de 2014

Un roce breve, fugitivo...




Un roce breve, fugitivo
como el ala de una mariposa
hizo arder el aire en un instante
entre tu cuerpo y el mío.

(Fragmento de una poesía de la autora Clara Díaz Pascual.)

Besos.

Lunna.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Hechizo de Lunna ( Parte II )


Apoyada en la pared es tu cuerpo quien me sostiene. Bebo tu voz.

-” ¿Te excita?”-

Tu voz me desnuda.

-” Continua”-

Mi voz atrapada entre nuestros cuerpos es un susurro imperativo y no escucho el suave zumbido de las puertas del ascensor al abrirse, mis oídos, todo mi cuerpo vibra bajo tu tacto.

Mis sentidos se empapan con, de tus jadeos, de las palabras con las que intentas excitarme y excitarte aún más.

-”Eres mi zorra, deseo tocar tu sexo, deseo que lamas mi sexo”-

Separo más las piernas mientras siento como, hábiles tus dedos, desabrochan mi cinturón.

El pantalón resbala hasta el suelo. Tenso mi cuerpo, tu mano derecha se introduce, audaz, bajo mi escueto tanga y alcanzas mi sexo, húmedo; tu mano izquierda acaricia el encaje de mis medias, solo tu mano izquierda; tu mano derecha es una aldaba sobre mi clítoris hinchado.

Mi boca te bebe mientras tu lengua, jugosa, lame mis mejillas, arrastra mi maquillaje, desborda mi barbilla.

Adentras en mi sexo, un dedo, dos; me penetras. Tiemblo. Muevo mi pubis, delante, atrás.

Me penetro.

Cierro los ojos. Jadeo. Solo deseo sentirte, sentirte dentro. Acerco mi boca a cualquier parte de tu cuerpo y lamo, muerdo, succiono con esa intensidad que deja huellas allá por donde el deseo derrota a la cordura. Cada vez más impetuosa, cada vez más hambrienta de ti.

Más y más hambrienta de ti.


-”No dude, señorita, que en nuestra carta encontrará esos platos que puedan saciar su apetito”-

La voz del camarero me resulta insinuante, aunque a estas horas y con el dolor de cabeza que tengo, para que algo sea realmente insinuante deberá ser más “contundente”.

Paseo la mirada, de forma disimulada, por mi interlocutor; frente a mí con una pose de lo más profesional un joven de unos veinticinco años aguarda mi respuesta; la camisa blanca, impoluta, resalta muchas horas de gimnasio.

Vuelto a mirar la carta; la verdad es que apetito lo que se dice apetito no tengo tanto como para disfrutar de la puesta en escena de una veintena de platos. No, no estoy como para descubrir y degustar las exquisiteces del menú , no estoy para un changurro de centollo o una carne suculenta preparada en directo o para un lomo de bacalao o para un risotto de rabo de toro o para...

-”¿Pero que cosas pienso?”- miro al camarero como si este pudiera leer mi pensamiento pero su musculatura pectoral, sus facciones...si, me recuerdan...si, sus facciones me recuerdan al actor Raúl Arévalo.

-“¡¡María¡¡- me llamo la atención y vuelvo de nuevo a la carta.

¿Por dónde voy?...si, de toro; el camarero aguarda imperturbable.

No tengo mucho apetito, ni mi cabeza ni mi paladar están para muchos regalos por muy esmerada y atractiva que sea la carta; mientras el camarero aguarda estoicamente me pregunto para que he bajado al comedor, en la cafetería que hay frente a la recepción me podía haber pedido un sándwich y una cerveza y...

-”Si le apetece algo fuera de la carta no tiene más que pedirlo”-

De nuevo el tono del sosias de Raúl Arévalo me resulta insinuante, eso o es que las neuronas cansadas de tanta charla económico-protocolaria me están sedando la parte laboral y encandilando mi lado “mantis” femenino.

-”¿Sería mucho pedir una ensalada de rúcula y pera y un carpaccio de piña con almíbar de azafrán sin helado?-
-”Ni mucho menos, señorita”- toma nota sin mirarme- “¿Desea algo para beber?”-
-”¿Una copa de Viña Ardanza Reserva 2000?”-
-”Como desee señorita, gracias”-

Hago un gesto de agradecimiento. No puedo evitar recrearme en los glúteos del camarero cuando se aleja; si, muchas horas de gimnasio se alejan en busca de mi cena.

Miro discretamente a mi alrededor, apenas cinco mesas están ocupadas a estas horas. El rumor de las conversaciones no logra importunar los colores y formas de las panorámicas de Pedro de Miguel que decoran las paredes.

Apago mi iPhone 5, lo último que deseo recibir es una llamada relacionada con el trabajo.

Cruzo las piernas y apoyo la frente en mi mano, el dolor de cabeza remite lentamente; a veces me gustaría llevar una vida más tranquila, de “delantal y APA”, de mujer ¿protegida? junto al “macho cazador”, de mañanas de mercado y café con tertulia doméstica después de llevar a los niños al colegio, me regalo una sonrisa, que tonterías pienso.

Miro mi pulsera, de ella cuelgan dos amuletos uno en forma de luna y otro en forma de gato acechante.

La verdad es que me gusta la vida que llevo, me gusta la locura desconcertante y vertiginosa de mi vida, de mis idas y venidas por motivos de trabajo o por cualquier otro motivo, preciso de ese lado que no responde a mis preguntas, que me empuja fuera de mis limites, ese cara oculta que nadie de mi entorno más cercano conoce, que subyace bajo mi piel y que hace que mis días estén vivos al acecho de sus noches, tan al acecho como mi gatuno amuleto.

Enciendo mi iPhone...nunca se sabe quien, ajeno al trabajo, puede llamarme y...

-”En este hotel, en este comedor, en este instante, se esta cometiendo un ultraje de las normas de cortesía y educación”-

La voz, dulce y pausada, brota a mi espalda. Me giro. El se detiene a mi lado.

-”¿Disculpe, habla conmigo?” -
-”Es una verdadera falta de cortesía que una mujer como usted cene sola”-
-”¿Y usted, amablemente, se ofrece para subsanar ese tremendo error?” -
-”Si me lo permite sería un placer invitarla a cenar. Mi nombre es Alejandro, Alejandro Herrera, creía haber venido a Madrid por motivo de negocios pero ahora sé que, en realidad, el destino me ha traído a esta ciudad para cenar con usted” -

Miro sus manos, es lo primero que me atrae de un hombre, sus manos, luego sus ojos y la voz.

Sus manos son fuertes, de dedos finos y de uñas muy cuidadas, su voz es profunda, intensa y sus ojos, seguro que sus ojos por si solos ya son capaces de seducir a cualquier mujer.

Me gustan sus manos. Me gustan sus ojos.

Ahora es el turno de mis manos. Te gusta, lo sé, lo siento.

Mi mano derecha baja la cremallera de tu pantalón, mi mano izquierda desborda tu bóxer hasta encontrar tu sexo, erecto, orgulloso. Acaricio suavemente tu sexo, me contengo un instante, deslizo mi mano y tu sexo se endurece, se encresta. Aprieto hasta sentir como la sangre fluye por tu sexo. Aprieto, suelto, sé que lo hago sin saber como. Se que te gusta.


Mi cuerpo se divide en lo que recibe de ti y lo que te entrego.

Te derroto, lo sé; por mucho que tu frenesí trata de imponerse soy yo quien lleva las riendas y no soy capaz de detenerme, de volver atrás.

Bebo, muerdo con saña tus pezones.

Susurras pero ya no entiendo tus palabras, entreabro mis ojos, puede que medio hotel nos esté mirando y no nos hayamos dado cuenta aquí, medio desnudos, ávidos uno del otro, arropados por la luz que llega de la recepción y por la tenue luz que brota del interior del ascensor...

-” La luz del ascensor”-

Separo la boca de Alejandro de mi boca.

-”El ascensor esta ahí”-

Mi voz es un susurro que tensa el hilo de saliva que une nuestros labios.

-”Subamos, no puedo más”- tu voz me arrastra.

Te empujo o nos empujamos, da igual; reímos mientras nos agachamos para subir nuestros pantalones. Entramos tropezando entre nosotros; te golpeas con la pared brillante del ascensor.

-”Te deseo, deseo estar dentro de ti”- tu voz me roba.

Nos besamos. Dejo caer mi pantalón, tu boca regresa a mis senos. Aprieto el botón y te aprieto sobre mí.

-”¿Planta de no fumadores?”- pregunta Alejandro.
-”No es precisamente un cigarro lo que pienso llevar a mis labios”-

Un suave zumbido nos indica que la puerta del ascensor se cierra. Acerco mi mano a tu sexo y la luna de mi pulsera parece besar tu glande.

Abajo, la recepcionista del hotel, saca de su bolso un paquete de toallitas húmedas, sus piernas tiemblan, sus dedos están empapados en un mucus dulzón, igual que otras veces, igual que tantas veces.

Meticulosamente alisa su falda, abrocha los botones de la camisa y centra de manera impecable el nudo de la corbata. Sus piernas aún tiemblan. Su sexo aún arde.

-”Me encanta el turno de noche”- piensa mientras deja caer la toallita en la papelera, ahí, junto a otras dos toallitas ya secas que aún conservan un tenue olor dulzón.


Besos.

Lunna.

(¿Continuara?)

martes, 6 de mayo de 2014

Manuela



Su nombre es Manuela.

Ella, su nacimiento, sus primeros días de vida son el motivo, la dulce, la tierna razón de mi ausencia.

Nació el 13 de abril, decidió adelantarse casi un mes; no podía, no deseaba aguardar más.

Sus primeros días trascurrieron en una incubadora pero ya está en casa, en la casa de mi hermana, en su casa.

Ha llegado al mundo con una suave sonrisa bajo el brazo, una sonrisa que nos ha contagiado al resto de la familia y de los amigos.

Es mi sobrina y, dentro de poco, será mi ahijada.

Ella, Manuela, es la dulce, la tierna razón de esas nanas que, entre nubes y sueños, sabrán encontrar cada noche el camino desde mi corazón hasta la luna.




Besos.

Lunna.

domingo, 30 de marzo de 2014

Cinco años.



“He salido a caminar por fin,
y nadie me acompaña.
He salido de dentro de ti,
y no echo nada en falta.”

(Fragmento de la canción Desaparecer en voz de Malú)


Hace cinco años decidí hacer borrón y cuenta nueva de mí vida sobre el Agua de una Lunna que me permitió vestir mis días para desnudar mis noches.

Hoy más que nunca, tras cinco años y cincuenta mil entradas, si hay algo que no dudo es que, llegar hasta aquí, solo ha sido posible gracias a vosotros, a todas las personas que con sus palabras me han regalado la fuerza para buscar y vivir lo positivo, aquello que eclipsa la rutina y hace, de lo prohibido, lo deseado.

Si hay algo que no dudo es que, llegar hasta hoy, solo ha sido posible gracias a todas las personas que con su presencia me han dado la fuerza para buscar y vivir aquello que impregna de sensualidad esa cara ya no tan oculta de la Lunna.

Como afirma Malú, en su canción, hace cinco años decidí “salir a respirar” y hasta hoy, sin saber hasta cuándo:

“A dejarlo todo escrito”.

Todo o casi todo.


Besos.

Lunna.


P.D. No penséis que me he olvidado del desenlace del anterior post, pero hoy era una fecha muy especial, por lo que dejo el final de Hechizo de Lunna para la próxima entrada.

domingo, 16 de marzo de 2014

Hechizo de Lunna ( Parte I )

Cierro los ojos y escucho como susurra tu avidez, dejo que tus dedos perfilen la comisura de mis labios, que arrastren el carmín sobre mis pómulos, que pinten mi cuello y el nacimiento que mis senos; cierro los ojos y dejo que tus labios lubriquen mi deseo.

Me excita tu tacto errático pero firme, desconocido, tan desconocido como tú.

Desciende el roce de tus labios buscando mi respiración. Aferro tu cabeza y te empujo hacia mis senos, entre mis senos. Recorro tu espalda, recorres mi cuello. Ambos al unísono.

Tu boca se abre en una dulce batalla con el perfume de mi piel. Mojo los dedos en mi saliva y mi mente, mi deseo, sabe que en ese momento es tu sexo quien ahonda en mi boca.

Tus manos hacen nacer mis formas. Haces presa en mí. Dominada, vencida.

-”La chica de la recepción nos verá”- susurro.

Apoyada en la pared es tu cuerpo quien me sostiene. Huelo tu voz.

-”¿Y eso te avergüenza o te excita?”- respondes.

Tu voz me posee. Creo que nada me importa en este momento, no me importa que la recepcionista pueda vernos y...si, en este instante, esa idea hace que mi excitación aumente.

-”Ella nos vio y discretamente se ocultó, ahora puede que se esté masturbando”-


Despacio, con arrogante destreza, desabrochas los botones de mi camisa de popelin, mi pecho se sabe libre para tomar más y más aire. Entreabro los ojos, tus manos emboscan mis senos. Creo saltar al vacío cuando tu lengua recorre mis areolas; mis piernas tiemblan cuando avivas mis pezones, cuando ya erectos bebes su dureza.

Tu voz me empapa de aromas que no puedo reconocer y, por muy descabellada que parezca la idea, mientras que tus labios regresan ávidos a mis pezones doy por cierto que la chica de la recepción ahora está frotando su sexo mientras que nos espía discretamente.

-”Continua”- suplico.

Mi boca está seca, mi sexo...mi sexo humedecido; siento como mi cabeza, mi cabeza...

Mi cabeza.

Me estallaba la cabeza tras diez horas de reunión con mis compañeros del departamento de producción del centro de Tres Cantos. Estábamos inmersos en la finalización de los trabajos relacionados con la certificación de calidad de las instalaciones y nuestros directivos “supremos” de Darmstadt aguardaban con impaciencia el punto y final de unos nuevos protocolos sujetos a los cambios habidos en la legislación medioambiental europea.

Diez duras horas de reunión estudiando datos, depurando estrategias, analizando los requisitos de determinadas normas ISO y... ¡todo horrible ¡pero necesario para el adecuado funcionamiento de nuestra planta en Mollet del Vallés.

Diez intensas horas de reunión con un breve descanso, a media mañana, de cuarenta minutos para reponer fuerzas en una cafetería cercana y...¡ horrible¡.

Finalizada, por fin, la dura jornada de trabajo me despedí de mis compañeros con un rápido y escueto “hasta mañana” que, para mis adentros, sentí como un “hasta nunca si pudiera ser”.

Salí del despacho sin mirar atrás dejando a mis compañeros enfrascados en una acalorada discusión sobre las finanzas de Barcelona y los trapos sucios y no tan sucios del caso Neymar. Ser la única mujer del grupo era una buena excusa para escurrir el bulto cuando afloraban ciertos temas de conversación.

-”Puede que Rosell mintiera pero ahí están las palabras de Miguel Cardenal y...”-
-”La caverna mediática...”-
-”Lo que ocurre es que pensabais ganarlo todo y os ha pasado como a la lechera del cuento con vuestras cuentas“-
-“´Mirar cómo ha terminado Hoeness...”-

Después de todo el día manejando datos contables, protocolos, estadísticas variadas, análisis de indicadores económicos y de nuevo más y más datos casi resultaba gracioso ver como todo termina reduciéndose a una charla relajante sobre “pan y circo”.

-” Adiós, adeu, mañana me contáis quien gano la discusión”- dije mientras cerraba la puerta sin mirar atrás.

Un coche de la empresa me acerco hasta mi hotel. Estaba cansada y solo deseaba una cena ligera y una ducha relajante.


Me gustaba Madrid, sus días ajetreados, sus noches canallas, sus contrastes tan marcados; Madrid tan cosmopolita como intima, tan de todos como solo mía. Madrid me regalaba la complicidad de sus calles alejadas de miradas con nombre, su consentimiento con los ojos vendados.

Aplique una fina capa de glosa en mis labios, me gusta sentir mis labios sedosos, jugosos.

El tráfico en la M-30 era extrañamente fluido lo que permitió que, en apenas quince minutos, el coche de la empresa me dejara en el hotel. Estaba tan absorta en mis pensamientos, tan cansada, que no me dí cuenta del trayecto.

-”Muchas gracias, que tenga una buena noche”-
-”Igualmente señorita”-

Deslicé un billete de diez euros en la mano del chófer que educadamente abrió mi puerta y me dirigí a la entrada del hotel.

-”Nos vera”- susurro de nuevo, mi voz se quiebra bajo tu tacto

Apoyada en la pared es tu cuerpo quien me sostiene. Bebo tu voz.

-”¿Te excita?”- tu voz me desnuda.
-”Continua”- mi voz, atrapada entre nuestros cuerpos, es un susurro imperativo.

Mi boca está seca, mi sexo humedecido; siento como mi cabeza, mi cabeza...un pensamiento inesperado cruza mi cabeza:

-” Mira por donde el chófer de la empresa resulto ser adivino”-


Besos.

Lunna.

jueves, 27 de febrero de 2014

Aún mi desnudez.




Consumida, la noche,

aún mi desnudez

se arrodilla frente a tu deseo.

Dócil, tu sexo, es la última sombra

que me besa.


Besos.

Lunna.

lunes, 10 de febrero de 2014

Mi único atuendo.




Deja que la luz se pierda

en la mágica desnudez

de tus manos,

mi único atuendo.


(Fragmento del libro Desorden de Lunas, de la autora Clara Díaz Pascual.)


Besos.

Lunna.

jueves, 9 de enero de 2014

Lunna Nº 5


De un seguidor de Agua de Lunna, un seguidor muy especial, he recibido un regalo “fetiche”:

un frasco de CHANEL Nº 5.


A cambio me ha pedido una cita donde podamos compartir el lado más íntimo de la luna.

Tendré que buscar algo que ponerme para ese momento, en el armario de una mujer siempre hay una prenda para esas ocasiones que prometen desbordar el horizonte de las horas.


Pero algo que, seguro, no faltará en mi piel es su regalo que espero sea el aroma que cubra nuestra desnudez cuando la complicidad de la noche nos envuelva.


Besos.

Lunna